Movimiento por una Cultura Laica (MCL)

Una de las prioridades que hemos visto en la tematica de la Campaña por la convencion de los DS y DR es que debemos de seguir manteniendo una cultura laica, que se siga manteniendo dentro de nuestra constitucion la no incidencia de la iglesia o cualquier religion/creencia, por que eso nos a acarreado el irrespeto a derechos humanos, de la diversidad sexual, trabajadoras de sexo, mujeres que no pueden decidir sobre su cuerpo, aborto terapeutico, etc. por eso publicado una serie de publicaciones de Miguel, un miembro de la Campaña y que se han publicado en el CoLatino.

Lunes, 13 de Abril de 2009 / 10:33 h
LIBRES COMO EL PENSAMIENTO No. 10

EL TUTELAJE: CULTURA POLÍTICA
Miguel Ángel Dueñas Góchez*

Las culturas y políticas públicas modernas se apoyan en dos variantes:

1) La crítica republicana de la monarquía que legitimaba su autoridad con un fundamentalismo religioso, como fue la tradición medieval y absolutista en Europa; y

2) La vertiente estadounidense, donde la secularización no aparece en conflicto con el modelo político de la cristiandad sino en la separación entre religión y Estado sobre la consideración jeffersoniana de que ninguna religión hace a un ciudadano o ciudadana mejor que otro u otra. Pero tanto en Europa como en Estados Unidos se trató de una confrontación que gruesamente puede ser tipificada como entre la ciencia y la religión, y donde la última –ciertamente de mala gana– tuvo que renunciar a las pretensiones de verdad del discurso religioso. Aunque en América Latina hubo liberales anticlericales y entusiastas partidarios de las teorías de la evolución, la afirmación de los derechos ciudadanos no estuvo marcada por el estilo de la confrontación antes descrita. La formación de repúblicas creó la necesidad de contar con un nuevo tipo de instituciones que sucediera a las del imperio. Se ha discutido y sostenido repetidamente que este nuevo orden republicano no creó una cultura pública que siquiera aspirara a ser moderna. Por lo general, se ha asumido la continuidad con el ordenamiento colonial español, como dando a entender que sustancialmente nada habría cambiado. Sin embargo, con la formación de repúblicas surgió un nuevo orden muy propio de la religión y que ahora ha sido insuficientemente teorizado: el tutelaje. El término viene de una figura jurídica del derecho de familia doméstico y que básicamente consiste en una forma de representación. Cuando alguien está incapacitado o incapacitada para la representación, el ejercicio de la tutela genera entonces las figuras del tutor o tutora y del tutelado o tutelada. Lo interesante es que se trata de un concepto donde la descripción de las condiciones bajo las cuales alguien queda en situación de tutelado o tutelada, son considerablemente más detalladas que las condiciones requeridas para ser tutor o tutora. El tutelaje, en otras palabras, no requiere de un especial mérito sino de una reconocida incapacidad.
Lunes, 22 de Junio de 2009 / 09:51 h
LIBRES COMO EL PENSAMIENTO No. 19

LA CIUDADANÍA Y LA DOMESTICIDAD AMPLIADA
El Salvador forma parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) desde 1939, cuando comenzaba a incidir la temática de conceder el sufragio femenino en las elecciones. Como Estado salvadoreño hubo cierta resistencia, ya que se estableció este derecho de manera limitada aunque la Constitución reza, respecto a la ciudadanía, que es un derecho que tenemos todas las personas mayores de 18 años. La oposición a conceder el derecho de voto a la mujer se basó en la predominancia de cada género en el ámbito privado o público, según correspondía. También se planteaba que las mujeres serían influenciadas por sus maridos o por la Iglesia. Se asumía que los primeros no permitirían que las mujeres expresaran su verdadera voluntad y que la segunda perjudicaría el voto en el que predominaba la ideología antes que la fe. Aparte, por supuesto, de la suposición que el ingreso de la mujer a la esfera política destruiría la familia y el hogar. ¿Por qué estos recursos aparecen con tanta fuerza como la forma “natural” de resolver conflictos? ¿Cuál es la carencia que los constituye en los garantes únicos del orden social? Encontramos algunas respuestas en la idea de la casa, entendiendo esta expresión como las relaciones que se dan al interior del hogar. El escenario doméstico es el de la presencia de las mujeres que, si bien pueden llevar todo el peso de la organización de la casa, entonces estaban desprovistas de recursos tan elementales como el derecho al voto y un restringido acceso a la educación. Por lo tanto, históricamente, los sujetos clásicos de la tutela, aparte de la niñez, fueron las mujeres. Había un subordinación jerárquica de facto y un control social para la reproducción de los roles socialmente asignados. En este contexto, quienes ocupan cargos públicos o privados pueden cambiar y ser transitorios, pero la permanencia jerárquica queda asegurada. Aquí nos encontramos con uno de los puntos centrales del problema que plantea el orden tutelar.

Lunes, 13 de Julio de 2009 / 09:06 h
LIBRES COMO EL PENSAMIENTO No. 22
PODER, JERARQUÍA Y DEMOCRACIA

Desde tiempos de la Colonia, el poder se establecía en los centros de cada pueblo, por ejemplo: el parque, el cuartel, la iglesia, la municipalidad y la escuela. Estas figuras demostraban una jerarquía, daban un mensaje al pueblo. Si en la escuela habían desórdenes, ahí estaba el ejército; si no se persignaba una persona al pasar frente a la iglesia, era blasfema; la municipalidad debía cobrar impuestos y para ello estaba apoyada por el ejército, la iglesia y el Estado. Los desfiles militares y las procesiones todavía son los actos públicos que mejor expresan esa imagen de orden jerárquico. La demarcación de género en el ejercicio de estos espacios de autoridad no puede ser más clara. En ciertos periodos, la autoridad política adoptó una doctrina religiosa como oficial y propia, valiéndose de ella como un medio más para favorecer su control social y justificar la obediencia a sus normas jurídicas. Todo ello sugiere un control coercitivo. En cambio, el Estado laico tiene como principios: a) libertad de culto, al establecer que el Estado debe permitir la práctica de cualquier religión; b) igualitario, donde el Estado no debe preferir una religión sobre otra; y c) neutralidad, que promueve el pluralismo, donde el Estado no impulse la religión como tal, tampoco las prohíba. Por lo tanto, se requiere de un marco de garantías institucionales que aseguren la legitimidad de las existencias individuales, que las opiniones cuando son dichas en público puedan ser escuchadas y respondidas en un clima de mutuo respeto, lo cual quiere decir que las afirmaciones que se presentan como inapelables no tienen mayor razón de ser en un foro de debate democrático y que las emociones más individualizadas, como aquella vinculadas de manera explícita a la sexualidad, puedan ser objeto de una opinión elaborada. Sólo cuando nos comprometamos en torno a estas prácticas, podemos descubrir que la tolerancia es la virtud pública más importante que el perdón, y que la democracia no es una etiqueta que surgió de la guerra fría sino un sentimiento de igualdad básica. Con un trasfondo anímico así, la imaginación y la energía para superar las dificultades sociales, serán tan fáciles de solventar que nos sorprenderemos seguramente al lograrlo.

Lunes, 24 de Agosto de 2009 / 10:55 h
LIBRES COMO EL PENSAMIENTO No. 28
POBLACIONES ORIGINARIAS Y LAICIDAD

Quienes poblaron originalmente nuestras tierras tenían su propia forma de adorar a Dios o dioses (habían sacrificios, algunas veces muy crueles o bárbaros; todo por el bien común, para que lloviera, para que existieran mayores cosechas, otros). Luego, a partir de la conquista o invasión de nuestros pueblos, surgió una serie de religiones e iglesias que también adoraban y adoran a su Dios de acuerdo a como creen que deben hacerlo o se les ha enseñado. ¿Cuál entonces es el problema? El problema es tratar de imponer y obligar a las personas a adoptar determinada forma de creer. Se nos educa y obliga a hacerlo. De acuerdo a lo anterior nos encontramos con una Juana de Arco (los clérigos la condenaron por herejía y el duque Juan de Bedford la quemó viva en Ruán, el 30 de mayo de 1431). Con un Martín Lucero, cuya doctrina dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron a católicos y protestantes en Europa entre los siglos XVI y XVII. El protestantismo acabó por consolidarse como una religión cristiana separada del catolicismo romano; pero, a su vez, también se dividió en múltiples corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia Alemania (como Thomas Münzer), y al extenderse el protestantismo en Europa aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias con doctrinas teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la Suiza de Zuinglio y Calvino), aunque Martín Lutero murió de forma “natural” (corazón), vale la pena mencionarlo. Pero hubo mártires, mujeres tildadas de ejercer la brujería para tener un pretexto de abusar de sus derechos, torturarles y quemarles vivas. ¿Se cometieron estos crímenes por el bien común? La respuesta la tiene usted. No estamos condenando a la iglesia por lo acontecido, sino por imponer su criterio y llevarse de encuentro hasta los gobiernos, Estados y su generación de políticas públicas. Todo ello muestra como consecuencia un Estado tutelar: “cree en lo que yo creo, si no quedas fuera”. En este contexto se conjugan las jerarquías doméstica (generaciones y genero) y tutelar (control social para la reproducción de los roles de genero socialmente asignado). En ambas tenemos la idea de la incapacidad de las personas como ciudadanas, tanto individuales como colectivamente, apoyando a quienes supuestamente dirigen e imponen sus propios intereses. Ciertamente una cultura que promueve sistemáticamente el miedo, el temor a decir lo que sentimos y por qué pensamos diferente, debe cambiar en un Estado laico.
* Licdo. en Relaciones Internacionales

Movimiento por una Cultura Laica (MCL)

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