VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN EL SALVADOR

Posted: 25 Nov 2009 07:56 AM PST


Cada 31 horas, una mujer es asesinada en el país. El 80% de estas muertes son producto de violencia intrafamiliar, según revela un estudio comparativo del Instituto de Estudios de la Mujer Norma Virginia Guirola de Herrera (CEMUJER).

Leyla Linares (nombre ficticio), sin embargo, hace caso omiso de esta estadística, pese a que, a sus 29 años, es una de las más de 3,500 víctimas que durante 2009 han sufrido este tipo de agresiones.

Ella es enfermera de profesión. Cuando habla deja al descubierto su espíritu emprendedor y juvenil. Esta semana decidió romper el silencio por primera vez, con una persona desconocida. Un silencio que inició hace casi dos años, con una cruel colección de agresiones físicas y psicológicas por parte de su esposo. Según el Instituto Salvadoreño para El Desarrollo de la Mujer (ISDEMU), la violencia doméstica no es problema exclusivo de las mujeres, afecta a todos los miembros de la familia. Las víctimas más frecuentes son personas del sexo femenino y menores de 18 años.

Entre 2007 y 2009, 15,843 personas sufrieron algún tipo de violencia intrafamiliar; de estas, 98% eran mujeres y solo 2% representa a la población masculina. Solo entre enero y julio del presente año, ISDEMU registró 3,783 casos de agresiones en contra de mujeres por parte de su esposo, hijo o algún otro familiar cercano.

Leyla tenía 26 años y su esposo, Carlos (nombre ficticio), 21 años cuando comenzaron como novios. Recuerda que al principio, con cinco años de edad más que él, era ella quien llevaba las riendas de la relación. Para ese momento, Leyla ya era madre de tres pequeños —un niño de 12 años, una niña de 10 y otra de 6 años—, concebidos en un matrimonio anterior.

Se casó con Carlos en 2007. Los primeros meses de matrimonio, cuando incluso hacían tiempo para asistir a la iglesia cristiana, fueron tranquilos y pacíficos, recuerda Leyla. Todo cambió poco a poco. Ella dedicaba tiempo a sus estudios, trabajaba ya como enfermera, y además atendía el hogar. Su esposo no hacía nada. “Él quería más divertirse y salir, por su edad. Yo le hacía hincapié que ese ya no era su rol, entonces allí comenzaron los problemas”, relata.

Una noche de septiembre de 2008, Leyla dormía cerca de su hija de 10 años. Carlos había salido a departir con su grupo de amigos. Cerca de la media noche, él regresó. Estaba inusualmente ebrio e inició una acalorada discusión con ella.

Leyla recuerda esa noche como el peor episodio de violencia física recibido por parte de su esposo. “Los brazos los tenía marcados con sus puños y en mis piernas estaba el peor golpe que recibí con sus patadas.” Con esa paliza, su esposo la envió al sector de emergencias del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. “Mentí. Dije que me había caído de las gradas y que un guacal me había caído encima de los brazos; obviamente no me creyeron, pero aun así me atendieron”, dijo la enfermera, que en ese momento cambió su rol por el de paciente.

Siete días de incapacidad necesitó para recuperarse de aquel suceso turbulento y humillante. “Siendo enfermera, sé lo que tengo que hacer; lo vivo a diario con los pacientes, pero aun así, por el qué dirán, por cuidar la familia, no me separo, aunque he pensando en el divorcio ”, dice sollozando.

Ella recuerda que una vez intentó denunciar a su esposo, en medio de una pelea. “Marqué al 911 de la PNC. Él puso un cuchillo sobre mí en ese momento. Yo grité y colgué inmediatamente para defenderme. Él me retaba a que lo denunciara, pero al final no lo hice. El 911 marcó de regreso, pero en ese momento tuve que fingir y decir que no pasaba nada”, relata.

Leyla no ve futuro en su matrimonio. El trabajo, el estudio y los niños son su prioridad pero, hoy por hoy, no piensa dejar a su esposo. Ella, como muchas mujeres en su situación, confía en que Carlos cambie.

La PNC reporta que, entre enero y agosto de este año, han recibido 570 denuncias de violencia intrafamiliar en todo el país. Se han efectuado 930 capturas relacionadas con este delito. La PNC es la única institución autorizada para intervenir en hechos de violencia doméstica.

Paradójicamente, en su trabajo, Leyla ha debido auxiliar a mujeres maltratadas por sus compañeros de vida. Habla de los casos de otras víctimas como si se tratara del propio. “El problema más común es que los maridos lleven a sus mujeres casi arrastradas a obligarnos (al personal de Salud) a que les quitemos el dispositivo intrauterino. Una vez me tocó auxiliar a la mujer de un marero en Apopa porque, según ellos, si vos portás el método anticonceptivo sos una prostituta.”

Durante el día, Leyla ayuda a otras mujeres con la fortaleza del conocimiento y la solidaridad, pero las noches se tornan angustiantes y con un final incierto. Como una noche de mayo de este año, cuando ocurrió la última pelea hasta hoy registrada en su memoria. Leyla llegó a casa después del trabajo y discutió fuertemente con su esposo. “Me arrancó la camisa en un arrebato de furia, habían gritos y yo tenía miedo, tenía tanto miedo que entré en shock nervioso. Él me soltó y desde ese día no me ha puesto una mano encima”, dice. Después de ese altercado, Carlos tomó la decisión de irse de la casa. Ahora vive con sus padres, pero de vez en cuando visita a Leyla. Ella dice que todo ese tiempo que ha estado fuera, él ha cambiado mucho; ha vuelto a ir a la iglesia, así que confía en que las cosas van a mejorar. Confía, pero también teme. Siente miedo de ser una estadísticas más de violencia. “Todos merecemos una segunda oportunidad. No quiero estar sola, lo necesito económicamente y moralmente, aunque ahora mi actitud es a la defensa de mi vida”, concluyó.

Cortesia del blog de Alfredo Campos.

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