Microviolencias en la pareja.



La dimensión desconocida del maltrato machista

"No sé cómo estoy metida en esto"
Carmen, una mujer de 42 años, empresaria, con tres hijos y una pareja con la que, aparentemente, no existían más que los conflictos comunes de una pareja "más o menos bien avenida"
Luis Bonino, psicoterapeuta especializado en masculinidades y relaciones de género, ilustró uno de sus análisis titulado "Los micromachismos y sus efectos. Claves para una detección, con una entrevista clínica. Se trataba de Carmen, una mujer de 42 años, empresaria, con tres hijos y una pareja con la que, aparentemente, no existían más que los conflictos comunes de una pareja "más o menos bien avenida". Su caso iba a servir para reflejar los efectos de las microviolencias sobre las mujeres en el ámbito doméstico.

Carmen se presentó a su primera entrevista con ánimo era depresivo, se mostraba insegura, con sensación de impotencia e inutilidad, falta de energía y muchas dudas sobre sí misma, escribe Bonino. Afirmaba que no sabía cómo había llegado a este punto. Estaba de baja, se sentía derrotada. Había estado en tratamiento farmacológico y en terapia, donde, dijo, se dio cuenta de que era una persona muy exigente y que se planteaba metas demasiado altas.

La entrevistada confiesa que en los últimos meses está muy irritable e intolerante. Explota "sin motivo", dice, por cualquier tontería, lo que considera que la hace insoportable ante su pareja e hijos. A modo de ejemplo, cita una anécdota: tenía que cocinar para unos amigos y, mientras ella terminaba, su pareja le dijo que él y sus invitados empezarían a comer lo que había en la mesa. Carmen reaccionó a gritos: "¡Qué se creen, que soy una sirvienta! ¡O me esperan o tiro la comida!" Su pareja le pregunta si está loca o es que ha de venirle la regla, a lo que ella contesta con más gritos. Él la hace callar, le hace quedar mal ante sus amigos, y ella, sintiéndose culpable, rompe a llorar. Su pareja la abraza, ella se calma, pero él queda resentido, aislado y mudo –escribe Bonino- durante dos días. "Soy una exagerada, todo por una tontería, y a él le hice daño".

Quien la entrevista se pregunta si verdaderamente fue una tontería el desencadenante, si es esta mujer arbitaria y exagerada, y le pide que le hable de sus circunstancias vitales. La familia cambió de ciudad y ella renunció a su trabajo anterior que le gustaba, y sus hijos cambiaron de colegio y amigos. Se lleva bien con su pareja, aunque –anota Bonino- es bastante reservado y es difícil estar con él a solas porque es "muy sociable". Sale de viaje por trabajo con frecuencia, por lo que ella se ocupa de la casa y los hijos en exclusiva. Por eso y porque, según dice la entrevistada, su pareja se pone muy nervioso y se vuelve ineficaz ante los problemas de sus hijos.

"Tuvo una gran tensión por un conflicto de lealtades el pasado año –reza el artículo de Bonino-: mientras su madre, que vivía sola en otra ciudad, había empeorado del cáncer que padecía y necesitaba su ayuda, su hijo mayor tuvo que ser ingresado por un cuadro infeccioso grave. Como su pareja "no podía" hacer nada dada su "asumida " ineficacia, resolvió este conflicto viajando a ver a su madre día por medio, internándose con su hijo los otros días y dejando de trabajar, y eso la agotó. Pero -dice- "¿qué otra cosa podía hacer?"

Es entonces cuando Carmen se muestra preparada para explorar más a fondo el episodio de su estallido. En realidad, la invitación a la casa a la que concurrieron fue hecha por un amigo de su pareja, con quien ella no se lleva bien porque –dice- es muy machista. Su pareja le pide que le acompañe aunque ella preferiría no hacerlo. Además, piensa que él la acusará de boicotearle su amistad. La reunión es con parejas tradicionales, ellos hablando separadamente de sus cosas y ellas con la comida y los niños. Carmen, poco tradicional, se descubre incómoda. Se lo comenta a su pareja y éste le pide que aguante. Acumula rabia y, cuando le toca el turno de cocinar, se pregunta por qué su pareja no le ayuda y en ese momento él aparece pero para decirle que comienzan sin ella.

Nada que no hay venido sucediendo. Sólo que ahora, dice, en lugar de "adaptarse", se "descontrola".

Bonino va más allá de los diagnósticos al uso para ese tipo de malestar, común a mujeres trabajadoras con pareja heterosexual e hijos. Podría llamarse depresión narcisista, producto del fracaso en el cumplimiento de hiperexigencias, escribe Bonino, o depresión por agotamiento al intentar ser una "superwoman". También podría pensarse que es el resultado de no saber poner límites y ser asertiva. O problemas derviados de la distribución de roles en la pareja… o de la migración.

Pero… aunque no se haya detectado violencia física ni psicológica, ¿no existe aquí violencia?, se pregunta Bonino. "Si pensamos la violencia en la pareja como toda acción o conjunto de acciones que utilizan abusivamente el poder para lograr dominio sobre otra persona, forzándola y atentando contra su autonomía, integridad o libertad nuestra opinión deberá cambiar. Carmen representa al perfil típico de las mujeres víctimas de las microviolencias. Violencias poco estudiadas y reconocidas, comportamientos dominantes casi imperceptibles, realizadas por muchos varones para forzar, coartar, minar la autonomía personal femenina, aunque no de forma evidente, sino de modo sutil e insidioso, casi invisible".


¿Cómo podemos detectar las microviolencias en la pareja?
ESPERANÇA BOSCH FIOL - 10/12/2008
Las microviolencias, o microabusos, son todas aquellas prácticas o comportamientos cotidianos que tienen como finalidad oculta mantener el dominio y el control sobre la mujer, pero manteniéndose dentro de aquella zona apenas perceptible, y por tanto difícilmente detectable y todavía más difícil de nombrar, de la vida cotidiana.
Tiene mucha efectividad porque surgen de aquellos contenidos atávicos que han alimentado los atributos de la masculinidad durante siglos y que, por tanto, han sido, y siguen siendo en muchos casos, socialmente aceptados.
Esta efectividad los convierten en más perversos (por cuanto son menos detectables) y más letales para las mujeres, porque retrasa o incluso desactiva tanto la toma de conciencia como la capacidad de reacción.
Sin embargo, salir de este laberinto es posible, y beneficiará a la mujer, por supuesto, por cuanto recuperará su autoestima y su capacidad de autonomía, pero también al varón, ya que el recurso a estas estrategias indican una inseguridad y un miedo a los cambios que empobrece a la persona, y, por el contrario, tener el coraje de sentarse frente al espejo y preguntarse sobre los propios comportamientos abre nuevos caminos que a la larga serán claramente beneficiosos. ...

¿Como detectar esas trampas, como visibilizarlas?

En el caso de las mujeres, la primera pregunta sería si esa relación le resulta gratificante de verdad, si no siente que tiene que dedicarle una cantidad de energía desproporcionada, si con su compañero puede compartir sus sueños, aspiraciones y logros de una manera sincera, sin miedo a que se pueda sentir herido por sus éxitos. Por otra parte, conviene pasar revista a las concesiones que se han hecho en aras del buen funcionamiento de la relación. Si el cómputo sale excesivo y/o desequilibrado, si las concesiones hechas han limitado las ilusiones, expectativas y proyectos personales, si para evitar disgustos y discusiones se ha dejado de hacer aquello que tanto enriquecía, sin reciprocidad por la otra parte, la relación es claramente abusiva y debería replantearse.. Y por supuesto, atender el estado de ánimo. Ni la tristeza, el agotamiento permanente, la apatía o el descuido personal son buenos augurios. Amar no es eso y ser amada tampoco. Quizás la clave esté ahí en repensarnos el concepto de amor, en inventarnos nuevas formas de relacionarnos desde los afectos y los deseos, pero no desde el dominio y el control. ¡Ah! y por supuesto no aceptar NUNCA un "estás Loca" o "eres una exagerada", cuando uno se decide a transmitir su malestar. Quien realmente te ama, nunca te hará sufrir"


Investigadora y profesora de Psicología de la Universitat de les Illes Balears






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