Asi eran y son los "machos" en mis cantones, inicia mis aprendisajes patriarcales.


En el Canton Las Aradas de Santa Ana nacio mi abuelo Alejandro Jiménez, alla por 1930 tenia unos 16 años, en un lugar donde la conquista de las mujeres se hacia raptándolas o “robándoselas” cuando ir a dejar el “manojo” de leña no funcionaba y las hormonas estaban al máximo, asi mi abuelo se “enamoro” de la mas bella del canton, mi abuela Guillermina Lucha, una mujer de gran estatura y gran abellera negra que contaba con 14 a;os apenas, pero “ya pesaba las 100 libras” según decían los demás pretendientes, asi un dia preparo maletas y se la robo, se la llevo a su casa y comenzó la fiesta para la pareja mientras los padres de mi abuela buscaban la manera de alejarlos o de perdida casarlos, asi fue engendrado mi padre, al nacimiento del bebe, le llamaron Arturo pero mi abuelo no lo quería y no fue a “acentarlo” a la alcaldía de Coatepeque como le correspondia, asi fue mi abuela y padrino, don Eustaquio Castro que vivía en el cerro la Leona, mas al fondo del canton.

Asi mi padre siendo muy pequeño sufrio de los desprecios de mi abuelo, que lo único que deseaba es estar practicando lo que entendia y se le había enseñado como sexualidad que es solo erectar, penetrar y eyacular, eso para el lo que debían de hacer siempre y mi padre siendo un bebe les estorbaba con sus llantos y peticiones de alimentos, además de tener que dormirlo en su hamaca, mi abuelo era “iletrado” no sabia leer, “magallaba” tabaco y trabador en las cortas de café en las fincas de la zona, era bueno como trabajador, como amante y mal padre, cuando mi padre lloraba en la hamaca el, le ponía el tabaco masticado, lleno de saliva en la boca para que se callara, lo golpeaba para que mi padre muriera y dejara libre el camino con mi abuela, en un mundo de “machistas” de este tipo, esto es permitido, al menos no se lo impiden, “es el papa” decían, como si mi padre fuera un objeto.

Uno de esos días que mi padre sufria de la violencia por parte de mi abuelo, paso el padrino don Eustaquio que le dijo con su voz grave, típico de un campesino trabajador en las fincas “mira Alejandro, en vez que mates al cipote, por que me no me lo regalas?”, el no podía procrear con su esposa mi abuela Anacleta de Castro, Anita para los amigos y conocidos, la naturaleza evolutiva no le dio la capacidad de aceptar los espermatozoides de mi abuelo y convertirlos en un feto, que seria un bebe, ellos vivian solos en la cima del cerro la Leona, mi abuelo Alejandro encontró la oportunidad de deshacerse del “estorbo” y se los cedió para que ellos lo criaran en la cúspide del cerro, alejado de toda población, lo mas cercano era sus vecinos a una legua (cuatro kilómetros), asi comenzó mi padre a crecer, creyendo que sus padre eran mi abuelo Eustaqui y abuela Anita.

Según el su nombre era Arturo Castro.  

En la soledad mi padre tenia que ir a jugar con los hijos de los vecinos, Toño “guacal” (lo conoci cuando tenia yo como 14 años, era parecido a Antonio Aguilar, el cantante Mexicano ya fallecido) y su hermana, ahí pasaba mi padre horas y horas deslizándose por las lomas nalgas a tierra, una de estas mi padre no quizo regresar a la soledad con mis abuelos ya ancianos, y desidio quedarse a vivir con su amigo y amiga, llego mi abuela a buscarlo como las 5 de la tarde, casi oscurecia y mi papa escondido en los cafetales, solo escucho la sentencia “no vayas a permitir que venga tu papa Tacho”  y regreso a la casa de madera, pobremente elaborada, como las 6 regreso mi abuelo y con su vos grave, amenazante y fuerte le dijo “Arturo, no te voy a hacer nada, pero sali y nos vamos pa’la casa” y mi padre nada que nada de salir de su escondite, se imaginaba la vida alegre y de jugar con sus amigos, mi abuelo hizo como que se fue y dio la vuelta por los arboles de café, mi padre recien salía a seguir la “juega” cuando lo vio venir, tres pasos dio cuando sintió el primer “riendazo” con un “chirrion” o “chilillo” de cafeto sobre sus pobres nalgas… “patas pa’que te quiero” salio corriendo mientras por las mangas de su raidos pantalones corria “chorritos” de “caca”.    
Al terminar de escribir esta anecdota de mi padre, solo recorde la forma como nos sentabamos y el con gran animo me contaba de su vida, solo un par de lagrimas asomaron en mi ojos ya cansados, como los de el cuando murio, no fue lo mejor como hombre para muchas personas, pero fue el mejor padre que un hijo pueda pedir.

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