Cuento: Quiero ser un hombre

Este cuento lo obtuvimos en nuestra primera visita a nicaragua en diciembre del 2001, cuando a invitacion de la AHCV de Nicaragua participamos en su reunion anual, con nuestro propios medios ($) y aventurandonos (transbordando buses) llegamos, fue nuestra primera vez que intentamos entender que era la nueva masculinidad y de como podiamos cambiarla o al menos hacer modificaciones, los compañeros compartieron muchos conocimientos y libros, entre ellos venia este cuento, que en el inicio del trabajo en este pais lo utilizamos, como hemos estado de vacaciones (obligados) he estado revisando mi archivo y decidi publicarlo, abrazos.

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"Dicen que aquellos que nacen en luna llena, cuando en ningún lugar de la tierra sopla el viento y los lobos no aúllan porque tienen faringitis, reciben el don inapreciable de tener un hada madrina. y que ésta les concede un deseo cada diez años.


Al cumplir diecisiete años, Andrés se internó por primera vez en el bosque al encuentro del hada madrina. La encontró bromeando con unas flores a las que cambiaba de color en medio de sus risas y a pesar de sus protestas.

- Hola, Andrés, ¿Cuál es tu deseo?

- Quiero ser hombre.

- Ya lo eres.

- Quiero decir todo un hombre, un auténtico hombre.

- ¿Y eso en que consiste, Andrés?

- Quiero ser un gran guerrero.

El hada madrina lo convirtió en un gran guerrero. Durante diez años, Andrés derrotó ejércitos, rindió fortalezas inexpugnables, mató hombres de todos los colores y tamaños y fue aclamado por miles de soldados como el más hábil y fuerte luchador. Pero cuando volvió a encontrarse con el hada madrina ésta lo hallo triste.

- No estoy seguro de que eso sea ser un hombre, un autentico hombre, madrina.

- ¿Cual es, entonces, tu deseo?

- Quiero tener poder, quiero que todos me obedezcan.

El hada marina lo convirtió en un hombre muy poderoso, dotándole de riqueza para comprar y sobornar, de astucia para juntar y dividir y de la indiferencia para no sentir jamás escrúpulos. Diez años después acudió cabizbajo a la cita con su hada madrina.

- No estoy seguro de que el poder sea lo que distingue al hombre auténtico.

- ¿Cual es, entonces, tu deseo?

- Quiero ser un sabio prestigioso.

Lo fue. Nadie gozó de tanto reconocimiento por su ciencia y buen criterio. Las universidades se disputaban entre sí nombrarlo doctor honoris causa, los científicos le escuchaban con el silencio más respetuoso y no sólo le pedían consejo los reyes, sino también los jóvenes amantes, que es mucho más difícil.

Diez años después, el hada madrina lo encontró entre el bosque con barba de tres días.

- Te has adelantado a la cita.

- Estaba inquieto. No estoy seguro de que ser sabio sea lo que distingue al verdadero hombre.

- ¿Qué quieres que te conceda?

- Quiero cuidar y proteger a una mujer y a una descendencia numerosa.

- Necesitarías más de diez años. Bueno veré lo que puedo hacer.

A la mañana siguiente, Andrés se encontró casado con una dulce mujer y reproducido con asombrosa fidelidad por diez niños de edad escalonada de año en año a partir de los dos meses. Durante diez años continuó teniendo niños. Y a todos mantenía con su trabajo y protegía con su fuerza e inteligencia.

La nueva cita convocó a la madrina con un Andrés muy abatido.

- ¿Tampoco era eso lo que querías?

- Se dejan cuidar muy poco. Conforme se hacen mayores parecen no necesitar de mis consejos, y ella es muy fuerte, vaya si lo es!

- ¿Que te concedo ahora?

- Quiero ser todo un hombre. Quiero conquistar muchas mujeres.

El hada madrina suspiró.

- Podrías haber pensado en eso hace veinte años. Me hubiera resultado más fácil que ahora, pero..., vale.

Cuando se alejaba, Andrés oyó que le llamaba el hada y se volvió.

- Ah, Andrés. Supongo que también querrás ser muy fogoso sexualmente y todo eso. Antes que me lo tengas que pedir dentro de diez años más, te lo concedo ahora.

Marchó Andrés muy agradecido y antes de salir del bosque encontró a una bella campesina que al verle suspiró y dejó caer el cántaro de leche que portaba; temblaron los robles con el estrépito de sus efusiones. Y se iniciaron así diez años en los que Andrés gozó de los favores de más campesinas y de princesas, de matronas y curanderas, que eran los oficios que en aquella época dejaban ejercer a las mujeres, y de sencillas amas de casa y complejas doncellas.

- Esperaba verte contento esta vez.- Le dijo el hada al encontrarse de nuevo.

- Eso no es ser un verdadero hombre.

- ¿Qué quieres, pues, ahora?

- Eso. Ser un verdadero hombre.
- Ya te lo dije hace cuarenta años, que eras un hombre.

- Pero yo quiero ser un hombre, un hombre autentico.

- Mira, ¿Porqué no te olvidas de eso? Has matado, has oprimido, has reprimido, has abandonado, has causado dolor y has dado la lata buscando ser un verdadero hombre. Y no has sido feliz. Puedo concederte que seas feliz.

- No quiero ser feliz. Lo que quiero es ser un verdadero hombre.

- Pues, mira, hijo - Contestó el hada madrina, -

¡Andá y come mierda!"

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