Miguel Ángel Dueñas Góchez*
Dicen algunas personas que el uso de la razón –al nivel del pensamiento y del análisis complejo de las cosas– comienza a desarrollarse paulatinamente a partir de los ocho años de edad. Pero hay diferentes tipos de razonamientos. Por ejemplo, otras personas suponen que el uso de razón o cuando comenzamos a preguntarnos por qué esto o lo otro, es a la edad de los cinco años.
Dicen algunas personas que el uso de la razón –al nivel del pensamiento y del análisis complejo de las cosas– comienza a desarrollarse paulatinamente a partir de los ocho años de edad. Pero hay diferentes tipos de razonamientos. Por ejemplo, otras personas suponen que el uso de razón o cuando comenzamos a preguntarnos por qué esto o lo otro, es a la edad de los cinco años.
Continuando con mis interrogantes, entre los siete u ocho años de edad, cuando se ocultaba el sol en el mar o la mar, pensaba que nadando podía llegar a tocarlo sin quemarme porque se sumergía, por lo tanto se enfriaba. Si veía la luna tan cerca de la Tierra en ciertos meses, se me ocurría que al elevar una cometa podía colisionar o estrellarse con ella.
Luego escuché a un predicador diciendo: “En la Biblia está escrito que “hay dos caminos, uno ancho que es el de perdición, y otro angosto, éste último es el verdadero”. Ante tal afirmación, a mi mente lo primero que vino fue la imagen de un camino ancho, visto como desierto. Si yo no conozco y no sé cómo se sobrevive en un lugar como ese puedo morir en él, así como le sucede a tanto compatriota emigrante.
Lo que no podía caber en mi mente era: ¿cómo ese camino angosto me lleva al bien, si es muy reducido o estrecho para transitarlo? Posteriormente el pastor o predicador decía: “Sigue el camino angosto y ese te llevará a Dios”. Esto tampoco podía entrar en mi mente: ¿Cómo al final de un camino estrecho puede estar algo divino?
Ahora me doy cuenta que el predicador trataba de explicar que se le llama camino angosto porque es difícil abstenerse de todas las tentaciones que nos ofrece el sistema; mientras que el camino ancho es el libre albedrío y nos puede llevar a la muerte si no sabemos mantener el equilibrio.
Por lo tanto creo que no hay tal camino ancho ni tal camino angosto, todo radica en mantener el balance, compartir, aceptar las diferencias, las formas de pensar, de actuar y de ver la vida.
*Lic. en Relaciones Internacionales.
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