A juicio hombre acusado de ataque sexual y feminicidio.
30 de Abril de 2014 a la(s) 6:0 - Suchit Chávez
El crimen fue cometido en agosto de 2013, en un local comercial del centro de San Salvador.
Juicio. El Juzgado Quinto de Instrucción de San Salvador estimó que Andrés López Campos debe ser enjuiciado por el delito de feminicidio.
El juzgado Quinto de Instrucción de San Salvador resolvió ayer, tras una audiencia de aproximadamente dos horas, enviar a juicio a Andrés Alejandro López Campos, procesado por el delito de feminicidio. El acusado continuará en prisión preventiva.
El crimen ocurrió el 5 de agosto del año pasado en el interior de un local comercial ubicado en la alameda Juan Pablo II y avenida Monseñor Romero, del Centro Histórico de San Salvador.
Según reportes periodísticos de ese momento, el cadáver de una mujer fue encontrado en el interior del local denominado “Sellos e Impresos La Unión”. La Policía Nacional Civil (PNC) dijo en ese momento que las primeras pesquisas apuntaban a que la mujer era empleada del lugar y había llegado acompañada.
La fiscal del caso explicó ayer que la víctima fue identificada como Reyna Guadalupe López Martínez, de 33 años de edad.
“Hay testigos que ubican al imputado en el lugar, previo a los hechos y posterior a los hechos. Aunado a ello, hay prueba científica que lo vincula en el lugar”, explicó la fiscal.
López Martínez falleció producto de múltiples lesiones en el cuello, provocadas por arma blanca, según lo estableció la autopsia.
La fiscal del caso agregó que toda la prueba que fue ofrecida durante la audiencia fue admitida. Entre estas hay un resultado positivo de presencia de ADN de López Campos en los genitales de la víctima. Fuentes judiciales también añadieron que se encontró rastros de ADN del acusado en las uñas de la víctima.
El cadáver de la víctima fue mutilado de algunas partes, según confirmaron fuentes judiciales, quienes también agregaron que tales lesiones podrían haber sido causadas a mordidas.
La fiscal del caso explicó que el caso posee reserva parcial, pero no especificó por qué se solicitó esta medida al juez instructor.
“Existen testigos, pero del día siguiente. No una prueba directa que lo vincule a él que ha cometido este hecho”, dijo el abogado defensor Carlos Osegueda.
El defensor agregó que el resultado positivo de ADN en el proceso “únicamente lo vincula a él con respecto a haber tenido una relación sexual, mas no una violación, ni ningún acto que implique una coartación (sic) de derechos de libertad sexual”.
De acuerdo con el planteamiento de Osegueda, el acusado “se durmió y andaba con otras personas. Prueba directa que él haya sido (quien asesinó a la víctima) no existe, no existe ninguna. Eso se va a demostrar dentro del juicio”.
El defensor añadió que durante el juicio podría solicitarse el cambio de delito de feminicidio.
Algunos de los considerandos para calificar un crimen como feminicidio, según la legislación especial contra la violencia hacia la mujer, establecen que la muerte vaya precedida “cualquier conducta calificada como delito contra la libertad sexual”, según el artículo 45 en su literal D.
La fiscal del caso dijo que la calificación del delito podría variar de simple –como está actualmente–, a agravado, pero que tal decisión corresponderá al juez de Sentencia que conozca el caso.
Feminismo, maternidad y justicia.
Escribo esta
columna desde la tristeza y desde el dolor causado por trágica muerte de mi
hijo Héctor hace menos de una semana. Un hijo a quien amé más allá de lo que
nunca imaginé posible, es decir, como solo puede hacerse desde el amor
maternal.
Julia Evelyn
Martínez
A Héctor
In memoriam
Desde este
dolor que me desgarra y desde esta tristeza infinita que me acompañará el resto
de mi vida, he leído el infame artículo “¡Mentirosas feministas!” (EDH
08.07.2014), en el cual la columnista Evangelina del Pilar de Sol vomita todo
su odio, su egoísmo y su fanatismo en contra de mis hermanas feministas, y en
contra de su valiente lucha por la liberación de 17 mujeres salvadoreñas
encarceladas injustamente por haber perdido a sus hijos durante partos
precipitados y/o como producto de alumbramientos ocurridos en condiciones de
riesgo extremo.
Desde mi
condición de madre y de feminista, no puedo menos que indignarme frente a tal
despliegue de hipocresía y de falta de misericordia. ¿Cómo es posible que una
mujer como la columnista Evangelina de Sol, que ha sido madre en condiciones
económicas y sociales privilegiadas, se atreva a tirar la primera piedra contra
mujeres menos privilegiadas que, en medio de la pobreza y de la exclusión
social, han tenido partos extra-hospitalarios que han provocado la muerte
accidental de sus hijos o hijas? ¿Cómo es posible que una mujer que alardea de
ser cristiana, y que seguramente cada domingo se da golpes de pecho por el
perdón de los pecados del mundo, se atreva a divulgar públicamente los nombres
de las mujeres en proceso de indulto, para exponerlas así al escarnio público
y/o a poner en peligro sus vidas? ¿Es este el humanismo y la moral que predican
las mujeres de la Fundación Sí a la Vida, del Opus Dei y agrupaciones afines?
¿Es qué no habrá en sus corazones y en sus conciencias capacidad de amar a
estas 17 mujeres encarceladas y ver en ellas el “rostro sufriente del siervo de
Yahvé”?
Bien harían
la columnista Evangelina de Sol y sus prosélitos, en tomarse el tiempo de leer
con corazón limpio y con hambre y sed de justicia, los expedientes de las 17
mujeres cautivas para las que se solicita indulto. Solo de esta manera podrían
darse cuenta que estas 17 mujeres no son de ninguna manera “mujeres asesinas”
ni “madres des-naturalizadas”, sino simplemente mujeres pobres, que desde esa condición
estructural estaban condenadas de antemano a tener “malos partos”. Es decir, a
tener partos en condiciones extremas y de alto riesgo para su salud (física,
emocional y mental) y para la supervivencia de sus hijos o hijas.
Si se
tomaran el tiempo de leer estos expedientes, se darían cuenta que lo que en
realidad ocurrió con Mirna (nombre ficticio de una de las 17 mujeres cautivas)
no fue un intento de infanticidio, sino un parto precipitado mientras usaba una
fosa séptica situada en las afueras de su precaria vivienda. Esto le provocó a
Mirna un shock emocional que le impidió tomar conciencia de que el neonato
había caído al fondo de la fosa. Ella fue llevada por su familia a la
emergencia de un hospital público, en donde la ginecóloga que la atendió, extendió
una constancia en la que se afirma que no fue un parto normal sino un parto
precipitado. Afortunadamente el neonato sobrevivió a la caída, lo cual sin
embargo, no evitó que Mirna fuera acusada y condenada por “homicidio agravado
en grado de tentativa” , debido a la sospecha del fiscal que su extrema pobreza
pudo haber sido un motivo suficiente para querer quitarle la vida a su hijo.
El informe
de la trabajadora social del Instituto de Medicina Legal que se encuentra en el
expediente de Mirna, señala claramente que: “se tiene por acreditado que el
hogar en el que vivía la imputada es estable, con apoyo, respeto y
responsabilidad, que aunque con limitaciones económica su familia la apoya…”.
Pero ni este informe, ni la declaración de su esposo sobre la ilusión con la
que ambos esperaban el nacimiento de su segundo hijo, fueron capaces de evitar
que los jueces que juzgaron su caso la condenaran a 12 años de prisión, alejada
de sus dos hijos. De acuerdo a ello, y a personas como Evangelina de Sol, esta mujer
debe ser castigada porque desde su particular forma de ver el mundo, Mirna
estaba en la obligación de sobreponerse a la crisis emocional que le provocó el
parto precipitado en la letrina, y a cuidar por la vida de su hijo, antes de
que cuidar por la vida propia.
Conocer a
mujeres como Mirna y las circunstancias económicas, sociales y emocionales en
que dan a luz, nos revela que son simplemente mujeres pobres que no tuvieron la
suerte de ser atendidas en sus embarazos y partos con la calidez y la calidad
con la que seguramente fueron atendidas en sus partos la señora Evangelina de
Sol, sus hijas, nueras, sobrinas y/o nietas. Nadie tiene derecho a señalarlas
ni condenarlas por sus “malos partos”, pero todos y todas sí tenemos la
obligación de sentir empatía y misericordia por ellas, o al menos de sentir
vergüenza por vivir en una sociedad que trata de forma tan cruel a las mujeres
pobres.
La madrugada
del pasado domingo, mientras esperaba en el pasillo de la sala de emergencias
de un hospital nacional de Santa Tecla, el traslado del cadáver de mi hijo a la
morgue, tuve la oportunidad de presenciar el ingreso de una joven mujer en
estado de shock , que llevaba a un recién nacido envuelto en una sábana
ensangrentada, luego de haber dado a luz sin ayuda, en la parte trasera de un
pick up en marcha. No recuerdo cuanto tiempo transcurrió entre el momento de su
ingreso a la emergencia obstétrica y el momento en el cual se escuchó el llanto
del recién nacido, pero como madre y como feminista respiré aliviada al saber
que este niño había sobrevivido, sobre todo, por el bien de esa joven madre. Me
angustia solo imaginar que otra mujer inocente, por el hecho de tener un “mal
parto”, sea acusada de infanticidio y condenada a 40 años de prisión.
Ser madre me
ha enseñado a amar incondicionalmente y a perdonar incondicionalmente, pero ser
feminista, me ha enseñado a luchar con y por las demás mujeres, en especial por
las mujeres pobres, sean o no madres, que son quienes se llevan la peor parte
de la opresión y de las injusticias que se cometen en las sociedades
capitalistas, racistas y patriarcales, como la sociedad salvadoreña.
Por eso,
desde esta columna reitero mi reconocimiento y mi apoyo a las mujeres y a los
hombres que desde diversas organizaciones y espacios nacionales e
internacionales, están llevando a cabo esta admirable lucha por la libertad de
las 17 mujeres encarceladas injustamente, aun poniendo en riesgo su propia
seguridad. El ejemplo de estas mujeres y de estos hombres debe ser una
inspiración para el resto de la sociedad que se ha mantenido hasta ahora en
silencio frente a estas injusticias. Es necesario unirnos a esta causa, en una
sola voz y en un solo puño para EXIGIR al Presidente de la República, a la
Asamblea Legislativa y a la Corte Suprema de Justicia, la libertad para las 17
mujeres encarceladas injustamente.
Este grito y
este puño serán nuestra mejor forma de manifestarnos en contra de la maldad, la
infamia y el odio que promueven personajes como la columnista Evangelina de
Sol. Nuestros hijos, nuestras hijas, merecen vivir en una sociedad en donde la
intolerancia y el fanatismo de unos pocos no se imponga sobre la solidaridad,
la justicia y la misericordia de la mayoría.
julio 10, 2014 Voces
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