Esta carta la escribo con la esperanza de que ustedes que la lean podrían ayudarme a distribuirla, si alguien la quiere publicar favor hacerlo tiene mi permiso, si la quieren traducir a cualquier otro idioma también lo pueden hacer tienen el copy left, ojala que de tanto rodar pueda llegar a sus destinatarios…
La vida de mi padre no estaría completamente contada sin el testimonio de quien le torturó y de quien le asesinó.
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Sr. Torturador y Sr. Asesino
Presente
Esperando que todas sus labores… o lo que sea que hace hoy en día, le brinden más satisfacciones que las que tiene en sus antecedentes, esperando además que actualmente haya sido capaz de entender que los fantasmas no se encuentran en las cárceles, si no que en las celdas negras de nuestra propia conciencia y que la justicia se hace por nuestro juez interno, del cual no podemos huir... en todo caso esperando que se encuentre bien para poder leer esta carta.
Primero quisiera pedir las disculpas del caso por dirigirme a usted de esta manera tan impersonal, pero como comprenderán, la historia, las mentiras, el miedo, pero sobre todo la ley de amnistía, no me han permitido aún conocerles para poder hacer estas preguntas, tampoco me han permitido un camino efectivo a la reconciliación de la que tanto se habla en este país, pero de lo que muy pocos “expertos” tenemos.
Esta será, debo confesar una carta extraña, puesto que no nos conocemos directamente, aunque ustedes si me habrán visto en persona aunque sea un par de segundos, tal vez ni se percataron de mi presencia o la de mis hermanos y hermanas, pero a pesar de esta desventaja déjenme decirles que aunque no les conozca directamente, créanme que han tenido un impacto sumamente importante en mi vida, no solo por el hecho que usted Sr. Torturador fue quien estuvo torturando el cuerpo y la mente de mi padre Herbert Ernesto Anaya Sanabria , en la Policía de Hacienda en mayo de 1986, aunque usted también le llamaba por su seudónimo de Jacinto Morales, ¿se recuerda de él?, bueno en todo caso yo sí, que es lo importante (de otra forma no le estuviera escribiendo); y tampoco por que usted Sr. Asesino fue quien… mmmm… como le explico… llenó de balas su cuerpo para que el alma de mi padre se expandiera por el mundo en cada una de las acciones que protestan por la violación a los derechos humanos… o más bien, ante sus ojos simplistas usted le mató el cuerpo pensando que con esto podía callar su voz denunciante.
Bueno en todo caso quisiera hacerles un par de preguntas ya que han pasado más de veinte años desde que Herbert fuera torturado y asesinado, y es hasta ahora que me doy cuenta de una situación de suma importancia, pues es que en mis desesperados esfuerzos por reconstruir la vida de mi padre a través de todas aquellas personas que le conocieron en vida, debo confesar que la vida de mi padre no estaría completamente contada sin el testimonio de quien le torturó y de quien le asesinó, ya que muy a nuestro pesar son ustedes quienes tienen un vinculo estrecho, casi que construyeron con sus acciones algo así como un cordón umbilical que les une hasta el día de su muerte con la historia de mi padre, muy a vuestro pesar.
Pero que mal educada soy, ni siquiera les he contado cómo nos ha ido después de sus acciones contra el cuerpo y últimos días de vida de Herbert, pues en resumidas cuentas, les comento que de hecho estamos bastante bien, intentando rescatar la memoria histórica no solo de Herbert Anaya, sino la de nuestro pueblo heroico, según ustedes nos iban a quebrar el espíritu rebelde a las y los hijos de un luchador de Derechos Humanos, asesinándole creyeron que no continuaríamos su lucha, para darnos una lección, pues si aprendimos la lección aunque interpretada a través de los ojos de los niños la lección no fue de miedo más bien fue de admiración por la valentía no solo de Herbert sino de todos los demás que continuaron la lucha a pesar del miedo.
Les comento sobre el “después de…”, porque de su vida ustedes ya estaban bien enterados, o por lo menos eso creían sus mentes cuadradas, pues conocías donde vivía, con quien hablaba, a su esposa Mirna, sabían los nombres de todos mis hermanos y hermanas, con quienes trabajaba, etc., pero no entendieron su pensamiento, de dónde venía como ser humano, no como el enemigo que a ustedes les construyeron. Elementos que pensaron le quebrantarían la conciencia individual por sobre la colectiva que respondía a una lucha mucho más grande, la lucha por nuestra gente y liberar al pueblo de la opresión.
Muchos años después hemos conocido de algunos detalles sobre la forma en que usted Sr. Torturador intentó desesperadamente desarmar la conciencia de Herbert, como intentó quebrantar su sano juicio enmarañando con su lengua las debilidades, pensando crear en mi padre la necesidad de traicionar sus principios, para que traicionará a su pueblo y su lucha, intentando con dinero, con falta de sueño, con golpes y hasta con drogas quebrantar el cuerpo para poder entrar al alma y matarla.
Le pregunto si después de tantos años ha logrado comprender quien fue realmente el torturado, ha logrado entender que sus múltiples técnicas de tortura muy bien elaboradas para quebrar uñas y huesos, infligir dolor al cuerpo humano… no pueden y jamás podrán llegar a eso que para usted es inexplicable que se llama la conciencia, el amor por la verdad.
Me pregunto si usted Sr. Torturador ha logrado entender que hay una celda más oscura y aterradora que existe solamente dentro de cada uno de los seres humanos, esa celda que puede ser abierta únicamente con LA LLAVE que usted posee que se llama “la maldad”, esa que solo se abre cuando las personas hacen lo que usted hizo a mi padre y a miles de salvadoreños, de esa, lo más terrible es que usted es su propio torturador, su propio juez, su propio cura que le absuelve del pecado, también hay otro cuarto que está dentro de cada ser humano uno al que no llega nadie más que nosotros mismos, uno cuya llave tenemos cuando nuestro cuerpo no soporta mas el dolor físico ni psicológico, entramos a este cuarto que nos da paz, del que ni el más profesional torturador podrá quebrar las puertas jamás, eso se llama amor por tu pueblo, la traición no cabe en este cuarto.
¿Se habrán dado cuenta que la memoria histórica no se borra por decreto?, menos en sociedades como las nuestras, con generaciones de hijos e hijas de tantas guerras, con los nombres de nuestros muertos a cuestas pero no de los responsables, les pregunto a ustedes ¿Quiénes son las victimas y quiénes son los victimarios?
Somos quienes hemos aprendido a llorar las injusticias para no olvidarlas y con amor estamos grabando en la historia sus nombres para la eternidad, o son ustedes que por falta de justicia no dejan de llorar a fantasmas internos, y sus nombres están condenados al olvido, pues caen en los corazones secos de los “nadie” que les quieran lo suficiente como para repetir sus nombres, a menos que sea de nuestras bocas no por amor sino por justicia.
¿Quién fue quebrantado en la tortura? el que decidió callar por amor, ese al que no encontraron como ponerle precio, o fue quebrantado aquel que hasta el día de hoy es incapaz de disfrutar el olor a la inocencia, porque todo lo que puede oler es sangre y mierda, ¿quién es el que realmente murió? si ahora somos miles siguiendo el ejemplo de aquel cuya presencia intentaron eliminar, ¿a quién fue que mataron? si aquella voz a la que físicamente silenciaron, de quien nos privaron de su cuerpo para verle, para tocarle, para abrazarle, hasta hoy su voz se reproduce en cada eco de denuncia, en cada lagrima soltada por sus recuerdos, en cada carcajada compartida por sus actos, en cada fortaleza acumulada en las luchas por la justicia.
¿Quién es el que descansa en paz señores?, si hasta hoy se dan cuenta que la justicia es lenta pero segura, que la impunidad no será eterna en este nuestro mundo que va globalizando la solidaridad y la justicia, si no pregúnteselo a los generales que acaban ser condenados por delitos de lesa humanidad, Nicolás Carranza, Eugenio Vides Casanova y José Guillermo García, no por nuestras cortes, sino por las de aquel país que les entrenó para la tortura y el asesinato.
¡Traición cosecha traición señores!
Este mi paisito dejara de ser la finca de los terratenientes, temblad de angustia aquellos entrenados por el imperio a ser gendarmes de un régimen de sangre, esos que hoy reclaman mano dura para la delincuencia piden amnistía para los genocidas y torturadores.
Señores asesinos, señores torturadores quisiera que estuvieran esta noche, en este lugar,[1] frente a estos que su momento fueron sus víctimas, quisiera que vieran sus caras de felicidad por la satisfacción de no haber traicionado a su pueblo, ni a la causa, satisfechos de continuar luchando por un El Salvador más justo.
No saben como quisiera que estuvieran aquí, viendo las caras de las y los jóvenes que ya están tomando la antorcha de resistencia, esa que ha pasado de generación en generación durante más de 500 años, esa que intentaron apagar asesinando a miles, torturando a miles, aterrorizando a un pueblo entero, mintiendo a toda una generación, ocultando la historia, aquí están presentes esta noche, las y los que han comprendido que la defensa por los derechos humanos no tienen bandera, ni color, lo que tiene es historia escrita con sudor y sangre, los que entendieron que los derechos humanos, fueron lucha milenaria antes de ser escritos, y que comprenden que aunque hoy están escritos serán letra muerta mientras no continuemos exigiendo que se cumplan y denunciando a quien los violente, sin importar quien sea.
Este pequeño acto es algo así como mi venganza personal, aunque no pueda a los ojos decirles que les perdono, no sin antes haber pegado una gran chillada para poder terminar de purgar cualquier rezago de resentimiento por sus actos, puesto que sigo creyendo que ahí está la llave que puede parar el ciclo de la violencia, con este acto de resistencia al olvido me siento satisfecha de saber que cuando todas las y los presentes hayamos desaparecido físicamente, retornando a nuestra madre tierra para servir de abono a nuestras sagradas plantas y cuando estas nos hayan trasformado en soplo de vida, para entonces ya sabremos que también en vida servimos de abono a la esperanza.
Esa es la parte que no lograron entender, aprender a no “pertenecernos a nosotros mismos” es entregarnos en cuerpo y alma a quienes amamos, tiene esto por ventaja, que “somos todos” y así también en solidaridad cargamos con las penas y el dolor, con las alegrías y triunfos, en ese estado el cuerpo deja de ser tan importante puesto que uno no es físicamente quien es, sino quien sos por todos los demás, entienden ahora por que la historia de mi padre no estaría contada sin ustedes Sr. Torturador y Sr. Asesino pues son parte de quien Herbert Anaya es hoy, para quienes ya aprendimos a perdonar para no olvidar esto no es problema, pero para quienes quieren olvidar para ser olvidados es posible que mi carta será no muy grata, simplemente pensé que debían saberlo.
Gracias a todas las y los que andan con pies hinchados, a las y los que han dado más vueltas que un trompo en estos días, a las y los catedráticos de las universidades que nos apoyaron, a los custodios y conserjes que sudaron su poquito, a las y los que de una u otra manera han hecho posible que este congreso existiera, ¿quién dijo miedo?, ¿quien dijo toque de queda?, quien dijo que los derechos humanos han muerto, mientras existan ustedes que contra todo pronóstico han realizado este VI Congreso Internacional de Derechos Humanos, muy a pesar de quienes no creen en la herencia de la lucha.
Gracias
Rosa Anaya
23 de octubre de 2009 5:15 pm (versión de emergencia)
30 de octubre de 2009 3:54 pm (la versión peor es nada je je)
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