Por incidentes recientes, me siento inspirada a escribir las siguientes líneas, sin pretender tener la verdad absoluta ni el paradigma nuevo. Tampoco pretendo herir a nadie, pero sí hacer una reflexión que paute caminos sencillos y tranquilos, y lleve armonía al alma cuando la atacan.
Las mujeres que trabajamos en espacios “mixtos”, hasta muy poco “dominados” por el pensamiento, voz y actitud masculina, nos enfrentamos a algunas situaciones interesantes, a veces hirientes, dolorosas, pero que a la vez ratifican nuestra fuerza, valores e inteligencia.
En el trabajo ambiental, en la lucha por “salvar” el planeta, nos encontramos con “cientistas y paradigmas tradicionales”, con “compañeros” que darían la vida por salvar un río, pero que les es difícil romper tradiciones y culturas de dominación, como el machismo.
Por eso, para mí varias de las fuentes de la nueva sabiduría son los Ecofeminismos, como lo son también la teología feminista, la filosofía de los pueblos originarios mesoamericanos y andinos. Todas ellas son propuestas que se vinculan con movimientos pacifistas, antimilitaristas y antinucleares; opuestos desde su inicio a los sistemas opresivos que se expresan como militarismo, sexismo, racismo, clasismo y destrucción de la naturaleza.
El ecofeminismo como lo entendemos hoy día es algo más que una disciplina académica que estudia las relaciones entre los seres humanos y los recursos naturales con perspectiva de género, y los aplica en proyectos de desarrollo o en la impugnación de políticas públicas. El ecofeminismo, como el biorregionalismo, plantea una forma distinta de estar en el mundo, una nueva cosmovisión.
A diferencia de otras propuestas que se plantean el estudio de la relación género y medio ambiente, el ecofeminismo incluye la dimensión filosófica y espiritual de manera explícita. Se trata de una filosofía con valores inspirados en los procesos que observamos en la tierra, que hereda la tradición de no violencia inspirada por Gandhi, el voluntariado de Teresa de la India, la rebelde inteligencia de Ivonne Gevara, y la praxis de los movimientos de resistencia de las mujeres en todo el mundo, como las de las mujeres de Chipko, en la India, que arriesgaron sus vidas por salvar los árboles que iban a ser derribados por la construcción de una enorme presa.
Valores en los que podemos basar la vida cotidiana y el activismo político: un movimiento biocéntrico de justicia social incluyente en el que se contempla al resto de la creación respetando la gran diversidad existente.
El Ecofeminismo, la teología de la liberación y las filosofías andinas, entre otras, cuestionan el androcentrismo, el patriarcado y el antropomorfismo, y cuestionan los valores y perspectivas que ponen al hombre como parámetro y centro del universo. Visión que ha sido fundamento para modos de producción opresores y explotadores.
Por ello, maltrato físico y psicológico entre seres humanos, no es aceptable bajo ningún punto de vista.
Existe el maltrato en todas las culturas y regiones no solo de la mujer sino también a otras personas, a los animales, a la biodiversidad, a todo.
Algunos consideran "inferiores" a las mujeres y las desprecian (que es una forma del maltrato aunque no sea violencia física) por tradición cultural e incluso con parámetros mal denominados religiosos. Creo que esa forma de maltrato por desprecio y discriminación, obedece a tantas "razones" como regiones y culturas en los cuales la mujer acepta su condición de “inferior”.
Hay una serie de televisión que da pauta a cómo se deforman los valores entre mujeres y hombres: “los hombres las prefieren brutas”, va en la línea de lo que dice
Timoteo 3:1- “Más sabe esto, que en los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. 2 Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, 3 sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien, 4 traicioneros, testarudos, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios”.
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