Feminismo, maternidad y justicia.


Escribo esta columna desde la tristeza y desde el dolor causado por trágica muerte de mi hijo Héctor hace menos de una semana. Un hijo a quien amé más allá de lo que nunca imaginé posible, es decir, como solo puede hacerse desde el amor maternal.

Julia Evelyn Martínez
A Héctor
In memoriam


Desde este dolor que me desgarra y desde esta tristeza infinita que me acompañará el resto de mi vida, he leído el infame artículo “¡Mentirosas feministas!” (EDH 08.07.2014), en el cual la columnista Evangelina del Pilar de Sol vomita todo su odio, su egoísmo y su fanatismo en contra de mis hermanas feministas, y en contra de su valiente lucha por la liberación de 17 mujeres salvadoreñas encarceladas injustamente por haber perdido a sus hijos durante partos precipitados y/o como producto de alumbramientos ocurridos en condiciones de riesgo extremo.

Desde mi condición de madre y de feminista, no puedo menos que indignarme frente a tal despliegue de hipocresía y de falta de misericordia. ¿Cómo es posible que una mujer como la columnista Evangelina de Sol, que ha sido madre en condiciones económicas y sociales privilegiadas, se atreva a tirar la primera piedra contra mujeres menos privilegiadas que, en medio de la pobreza y de la exclusión social, han tenido partos extra-hospitalarios que han provocado la muerte accidental de sus hijos o hijas? ¿Cómo es posible que una mujer que alardea de ser cristiana, y que seguramente cada domingo se da golpes de pecho por el perdón de los pecados del mundo, se atreva a divulgar públicamente los nombres de las mujeres en proceso de indulto, para exponerlas así al escarnio público y/o a poner en peligro sus vidas? ¿Es este el humanismo y la moral que predican las mujeres de la Fundación Sí a la Vida, del Opus Dei y agrupaciones afines? ¿Es qué no habrá en sus corazones y en sus conciencias capacidad de amar a estas 17 mujeres encarceladas y ver en ellas el “rostro sufriente del siervo de Yahvé”?

Bien harían la columnista Evangelina de Sol y sus prosélitos, en tomarse el tiempo de leer con corazón limpio y con hambre y sed de justicia, los expedientes de las 17 mujeres cautivas para las que se solicita indulto. Solo de esta manera podrían darse cuenta que estas 17 mujeres no son de ninguna manera “mujeres asesinas” ni “madres des-naturalizadas”, sino simplemente mujeres pobres, que desde esa condición estructural estaban condenadas de antemano a tener “malos partos”. Es decir, a tener partos en condiciones extremas y de alto riesgo para su salud (física, emocional y mental) y para la supervivencia de sus hijos o hijas.

Si se tomaran el tiempo de leer estos expedientes, se darían cuenta que lo que en realidad ocurrió con Mirna (nombre ficticio de una de las 17 mujeres cautivas) no fue un intento de infanticidio, sino un parto precipitado mientras usaba una fosa séptica situada en las afueras de su precaria vivienda. Esto le provocó a Mirna un shock emocional que le impidió tomar conciencia de que el neonato había caído al fondo de la fosa. Ella fue llevada por su familia a la emergencia de un hospital público, en donde la ginecóloga que la atendió, extendió una constancia en la que se afirma que no fue un parto normal sino un parto precipitado. Afortunadamente el neonato sobrevivió a la caída, lo cual sin embargo, no evitó que Mirna fuera acusada y condenada por “homicidio agravado en grado de tentativa” , debido a la sospecha del fiscal que su extrema pobreza pudo haber sido un motivo suficiente para querer quitarle la vida a su hijo.

El informe de la trabajadora social del Instituto de Medicina Legal que se encuentra en el expediente de Mirna, señala claramente que: “se tiene por acreditado que el hogar en el que vivía la imputada es estable, con apoyo, respeto y responsabilidad, que aunque con limitaciones económica su familia la apoya…”. Pero ni este informe, ni la declaración de su esposo sobre la ilusión con la que ambos esperaban el nacimiento de su segundo hijo, fueron capaces de evitar que los jueces que juzgaron su caso la condenaran a 12 años de prisión, alejada de sus dos hijos. De acuerdo a ello, y a personas como Evangelina de Sol, esta mujer debe ser castigada porque desde su particular forma de ver el mundo, Mirna estaba en la obligación de sobreponerse a la crisis emocional que le provocó el parto precipitado en la letrina, y a cuidar por la vida de su hijo, antes de que cuidar por la vida propia.

Conocer a mujeres como Mirna y las circunstancias económicas, sociales y emocionales en que dan a luz, nos revela que son simplemente mujeres pobres que no tuvieron la suerte de ser atendidas en sus embarazos y partos con la calidez y la calidad con la que seguramente fueron atendidas en sus partos la señora Evangelina de Sol, sus hijas, nueras, sobrinas y/o nietas. Nadie tiene derecho a señalarlas ni condenarlas por sus “malos partos”, pero todos y todas sí tenemos la obligación de sentir empatía y misericordia por ellas, o al menos de sentir vergüenza por vivir en una sociedad que trata de forma tan cruel a las mujeres pobres.

La madrugada del pasado domingo, mientras esperaba en el pasillo de la sala de emergencias de un hospital nacional de Santa Tecla, el traslado del cadáver de mi hijo a la morgue, tuve la oportunidad de presenciar el ingreso de una joven mujer en estado de shock , que llevaba a un recién nacido envuelto en una sábana ensangrentada, luego de haber dado a luz sin ayuda, en la parte trasera de un pick up en marcha. No recuerdo cuanto tiempo transcurrió entre el momento de su ingreso a la emergencia obstétrica y el momento en el cual se escuchó el llanto del recién nacido, pero como madre y como feminista respiré aliviada al saber que este niño había sobrevivido, sobre todo, por el bien de esa joven madre. Me angustia solo imaginar que otra mujer inocente, por el hecho de tener un “mal parto”, sea acusada de infanticidio y condenada a 40 años de prisión.

Ser madre me ha enseñado a amar incondicionalmente y a perdonar incondicionalmente, pero ser feminista, me ha enseñado a luchar con y por las demás mujeres, en especial por las mujeres pobres, sean o no madres, que son quienes se llevan la peor parte de la opresión y de las injusticias que se cometen en las sociedades capitalistas, racistas y patriarcales, como la sociedad salvadoreña.

Por eso, desde esta columna reitero mi reconocimiento y mi apoyo a las mujeres y a los hombres que desde diversas organizaciones y espacios nacionales e internacionales, están llevando a cabo esta admirable lucha por la libertad de las 17 mujeres encarceladas injustamente, aun poniendo en riesgo su propia seguridad. El ejemplo de estas mujeres y de estos hombres debe ser una inspiración para el resto de la sociedad que se ha mantenido hasta ahora en silencio frente a estas injusticias. Es necesario unirnos a esta causa, en una sola voz y en un solo puño para EXIGIR al Presidente de la República, a la Asamblea Legislativa y a la Corte Suprema de Justicia, la libertad para las 17 mujeres encarceladas injustamente.


Este grito y este puño serán nuestra mejor forma de manifestarnos en contra de la maldad, la infamia y el odio que promueven personajes como la columnista Evangelina de Sol. Nuestros hijos, nuestras hijas, merecen vivir en una sociedad en donde la intolerancia y el fanatismo de unos pocos no se imponga sobre la solidaridad, la justicia y la misericordia de la mayoría.

julio 10, 2014   Voces 

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