Los celos son la sospecha irreal de estar
siendo engañado, burlado o despreciado, es decir, cuando una persona siente
celos, sufre y se enfada porque cree que le están haciendo algo “malo”:
despreciando, engañando o que le toman el pelo. En el caso de sentir Celos por
la pareja, el sentimiento de desprecio viene porque el celoso cree que su
pareja prefiere más a otra persona, y por eso tiene miedo a perderla o a que le
engañe.
En realidad, nadie le desprecia ni le engaña, sino que cree eso porque padece Baja AutoEstima. Es decir, cuando un celoso tiene el clásico ataque de Celos (Crisis de Celos –cada dos o cuatro días–), siente un intenso dolor en el pecho, por tristeza, incomprensión y rabia, que le convence de que lo están despreciando o engañando, pero lo que de verdad ocurre es que su cerebro le hace creer, sin que se de cuenta, que él mismo es despreciable (Baja AutoEstima), motivo por el que cree que lo desprecian o le engañan. O sea, al despreciarse él mismo, al verse malo, cree que los demás también lo ven malo y que lo desprecian por eso.
Al tener dañada drásticamente la autoestima del afectado, los celos se dan tanto en el trabajo, como con los amigos o en la familia. La única diferencia es que el dolor que producen son más fuertes cuanto más fuerte sea el lazo afectivo con la víctima (siempre dolerá más creer que le desprecia la persona a la que más quiere). En ningún caso suponen una sensación agradable o placentera. En cambio, originan desconfianza, miedo, rabia y resentimiento. Cuando el trastorno es grave, genera estados incontrolables de ira contra la persona que protagoniza los pensamientos de celos.
Habiendo motivos reales para sentir celos, el dolor se incrementa, ya que eso confirma al celoso que no sirve, al menos, para su pareja.
Los síntomas más comunes son la desconfianza, la ansiedad, la inseguridad, la obsesión, el miedo, los enfados y los complejos.
Nacen cuando alguien nos castiga, reprende, regaña, sermonea, riñe, critica o compara siendo niños, por no hacer las cosas bien o por hacerlas mal, ya que ese castigo nos hace creer que somos malos de verdad, pues de niños suponemos que a nadie le castigan porque es bueno, sino porque es malo. Es como si cada castigo nos bajase un punto nuestra autoestima. A más castigos, más celos.
Debemos saber que hay muchas formas en las que un niño se puede sentir castigado; están las formas normales de castigar: gritos, reproches, insultos, comparaciones, cachetones, insultos, amenazas, humillaciones, etc., y están las formas más sutiles, como la sobreprotección que ejercen los padres, ya que esa sobreprotección le está prohibiendo al niño hacer lo que realmente quiere, y prohibir es castigar. Por ejemplo, está lloviendo, el niño quiere jugar bajo la lluvia, pero la madre lo quita de allí para que no coja un resfriado. La madre lo hace con toda su buena fe (tal vez por el miedo que ella misma tiene), pero el niño se enfada porque le prohíben jugar bajo la lluvia, y llega a pensar que se lo prohíben porque es un niño débil que se enferma fácilmente... (baja autoestima).
Cuando pasamos la etapa infantil (donde construimos nuestra forma de ser), sentiremos de vez en cuando que no valemos o que los demás son mejores que nosotros, y para justificar ese sentimiento de baja autoestima (pues no sabemos de dónde nos viene), creeremos que somos malos, feos, torpes o inútiles... De ahí el miedo que sentimos a que nuestra pareja nos deje por otra persona: porque creemos que cualquier otro es mejor que nosotros.
Los celos actúan en todos los ámbitos en los que se encuentre el celoso, ya que incluso estando solo se puede sentir baja autoestima. La confusión está en que los celos duelen más en la pareja porque, al ser los celos un sentimiento de baja autoestima, por el que creemos que nadie nos quiere, siempre nos dolerá más sentir que es nuestra pareja quien no nos quiere. Pero todos sabemos que los celos se dan también entre hermanos, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.
Los celos se manifiestan por crisis, es decir, con altibajos: unos días estaremos bien, queriéndonos, tranquilos y pensando siempre en lo bueno, y otros días estaremos mal, con la autoestima baja, enfadados y recordando sólo lo malo. Poniendo un ejemplo, sin crisis entendemos y creemos la explicación de nuestra pareja por llegar tarde a una cita (tal vez un atasco en la carretera), y nos alegramos de que haya llegado, pero, en crisis, desconfiamos de esa excusa del atasco y nos enfadamos porque sólo vemos que nuestra pareja hizo mal por llegar tarde (llegamos a pensar que estuvo con otro). O sea, los celos no aparecen cuando creemos que nos dan motivos, sino cuando tenemos baja la autoestima, sólo cuando estamos en crisis.
Como hay muchas formas de castigar a un niño, hay muchos grados de celos. Es decir, unos serán menos celosos que otros porque contra unos los castigos eran simples enfados o prohibiciones y no llegaban a más pero, contra otros, los castigos eran acompañados de insultos, desprecios y cachetones, por lo que, seguramente, los muy celosos serán los clásicos maltratadores.
Cuando un hombre (o mujer) maltrata, siempre lo hace enfadado, en estado de ira, en una fuerte discusión, y eso ocurre porque el maltratador está convencido en ese momento de que su pareja ha hecho “algo malo” contra él. La relación con los celos es que son LOS CELOS los que LE HACEN CREER que su pareja hizo “algo malo”. Pero no celos como cree la sociedad (miedo a que su pareja le deje por otro), sino celos como SOSPECHA IRREAL DE ESTAR SIENDO DESPRECIADO, ENGAÑADO O BURLADO, es decir, cuando una persona siente celos, sufre y se enfada porque sospecha que su pareja le hace o le quiere hacer algo malo: engañarle, burlarse, faltarle al respeto, despreciarle, etc.
El celoso sufre y se enfada porque considera “mala” a su pareja al sospechar que ella le engaña con otro. Pero también la considera “mala” cuando SUS CELOS LE HACEN CREER que ella miente o se burla de él al no esperarle para comer o por llegar tarde a una cita, o por cualquier otra tontería. Y al considerarla “mala”, se enfada y la castiga por esa “maldad”. La forma e intensidad de enfadarse depende únicamente de cómo y cuánto se enfadaban con él cuando era niño, y con el maltratador se enfadaron con violencia.
Esto sucede por lo siguiente:
La mayoría de padres suelen enfadarse y
castigar a sus hijos cuando hacen “cosas malas”, pues a ellos les enseñaron lo
mismo, castigar lo “malo”, para que el niño aprenda lo bueno, pero el
castigarle tiene consecuencias malas, como bajarle su autoestima, su amor
propio, ya que el niño llega a creer que si le castigan es porque es malo, pues
a los buenos no se les castiga. Al tener baja la autoestima, el niño cree que
no vale, que no sirve, y es entonces cuando comienza a sospechar que le
desprecian o le engañan, porque cree que la gente lo ve malo. Y al sospechar
que la gente lo desprecia o lo engaña, considerará “mala” a esa gente, y se
enfadará, como hacían con él por sus “cosas malas”. ¿Por qué se enfada?
Porque cuando se enfadaban con él siendo niño por sus cosas "malas",
aparte de bajarle su autoestima, también le metían en su mente, sin
que nadie se diera cuenta, la orden de castigar lo malo (yo la llamo CCAM:
Criterio de CAstigar lo Malo). Por eso, cuando está en crisis, y cree ver algo
malo, se enfada y castiga.
Cuando ese niño se hace hombre, sus celos le
harán creer, por cualquier motivo, que su pareja le desprecia, le engaña, le
toma el pelo o le falta al respeto, por lo que pensará que su pareja es mala
persona. Y entonces se enfadará, tal y como se enfadaron con él cuando niño. Si
se enfadaron poco contra él, será poco celoso, y sus enfados no tendrán graves
consecuencias. Estos serían los celos llamados buenos o normales (aunque no
dejan de hacer daño). Pero si se enfadaron mucho y con violencia, por lo
general será muy celoso y muy agresivo, y sus consecuencias, casi siempre,
serán los malos tratos.
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