Director DHS deja entrever en el Congreso que Washington podría declarar estado de emergencia por crisis de menores en la frontera sur.
Keyla (nombre ficticio), de 16 años, llegó el domingo pasado al centro de detención en Nogales, Arizona. No hablaba mucho. Lloraba en silencio. Una agente consular salvadoreña pidió a los agentes de la Patrulla Fronteriza a cargo del centro que la dejaran acercarse a la niña. Aceptaron.
Poco a poco, Keyla contó. Primero lo que más la molestaba en ese momento: llevaba 18 días sin bañarse. Habló, luego, de su viaje desde El Salvador hasta la frontera sur de Estados Unidos. Y habló de los 12 días que la tuvieron encerrada en una bodega junto a unas 30 personas, la mayoría hombres mayores.
“La violaron”. La agente consular, destacada en Tucson, de donde el Gobierno de El Salvador envía a diario personal a Nogales para entrevistar a todos los niños que ahí llegan desde que inició la crisis de menores indocumentados, rodea su frase de un pesado silencio; la dota de una capacidad descriptiva y del aura de inevitabilidad que se supone, en la brutal ruta de los migrantes a través de México, a la historia de una niña de 16 años que viaja solo en compañía de extraños y a quien encierran durante casi dos semanas en medio de adultos.
Hasta ahora, de acuerdo con los testimonios de decenas de menores de edad a los que este periódico ha tenido acceso, las niñas que llegan a los centros de detención de la Patrulla Fronteriza son sometidas a pruebas de embarazo. Fue al conocer el resultado de la suya cuando Keyla supo que la violación tendría una consecuencia permanente, un hijo. “Ella era virgen cuando salió de El Salvador”, relata la agente consular su plática con la niña.
Al contar su historia, Keyla logró que la Patrulla Migratoria autorizara su salida temporal a un hospital cercano, donde, según el reporte consular, aún se recupera de las heridas físicas que dejó el ataque en México.
Abusos siguen en la sombra
Keyla es una de 40 menores salvadoreños que se registraron el domingo pasado en el centro de detención de Nogales, en Arizona, a menos de 10 kilómetros de la frontera mexicana. “El flujo se mantiene. No ha dejado de crecer”, asegura una fuente consular centroamericana en Arizona.
Ashley Huebner, coordinadora legal del Centro Nacional para la Justicia Migratoria basado en Chicago, dice que durante junio han entrado hasta 400 niños en un día en toda la frontera, según los reportes y cifras que manejan esta y al menos otras cuatro ONG que han seguido la crisis de los niños sin compañía desde Arizona, California, Florida y Nueva York, y que a inicios de este mes pusieron una demanda colectiva en nombre de 116 menores en contra de agentes fronterizos por abusos físicos y verbales.
Los cálculos de la administración Obama son más conservadores, pero también ponen el promedio de niños retenidos en los cientos.
Ayer, el secretario de Seguridad Interna (DHS, en inglés), Jeh Johnson, no descartó ante el Comité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes del Congreso que los flujos hayan aumentado desde que inició la crisis hasta la fecha. En la audiencia, el funcionario reiteró la proyección de que, al final de 2014, unos 65,000 niños indocumentados sin compañía habrán entrado a Estados Unidos, es decir, poco menos de 200 diarios.
Para el fin de mayo de este año ya habían entrado al lado estadounidense de la frontera unos 38,000 niños, según los datos que confirmó ayer el secretario Johnson al Congreso. Esto es, un promedio de 250 menores al día desde enero.
Se habla de cifras, de política, de crisis. Sin embargo, poco se ha oído hasta ahora en el Washington oficial, incluso en los grandes medios de comunicación en la capital estadounidense, sobre las historias de abusos contra los menores migrantes que la crisis ha destapado.
Es muy raro que historias como la de Keyla lleguen hasta los pasillos del Congreso y más raro aún que los congresistas oigan testimonios de organizaciones o de migrantes que atribuyen esos abusos a agentes estadounidenses y no a los victimarios tradicionales de esta narrativa: los carteles de la droga, los traficantes de ilegales o, incluso, policías mexicanos corruptos.
Poco se habla de las 116 denuncias contra DHS por abusos que van desde el exceso verbal, negación de atención médica, abuso físico hasta, incluso, el acoso sexual por parte de agentes de la Patrulla Fronteriza. Hasta ayer, esa parte, aunque presente en otras instancias oficiales, como gobiernos locales de comunidades con importantes cantidades de migrantes, no existía en el corazón de Washington. Acaso en susurros.
El autor es investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos de American University en Washington, D. C.
http://www.laprensagrafica.com/2014/06/25/hasta-400-nios-al-dia40-salvadoreos-llegaron-domingo
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Fecha: 25 de junio de 2014 a las 12:56
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